Cuando en alguno de mis tópicos recurro a la estadística lo hago por mero valor ilustrativo, ya que mi naturaleza no es numérica. Así pues, para ilustrar la dimensión que tiene la migración venezolana daré a conocer las cifras que ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados) maneja en torno a los desplazados del mundo. Según ACNUR, en el año 2019, los desplazados aumentamos como nunca antes (en 9 millones aproximadamente) para llegar a la espantosa cifra de unos 79.5 millones, es decir, equivalemos al 1 por ciento de la población mundial.
Lo ideal sería que la cifra decreciera en el siguiente lustro, pero por lo que podemos apreciar, en vez de decrecer, irá en aumento… La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados menciona a Siria, Venezuela, Afganistán, Sudán del Sur y a Birmania como los países que encabezan su lista. Para que se hagan una idea Siria y mi país (los dos primeros lugares) en conjunto suman más de 11.6 millones, es decir, aportamos el 14.59 por ciento de los desplazados.
Quienes estamos lejos de casa pese a las barreras idiomáticas, culturales, religiosas y étnicas, tenemos en común que pertenecemos a ese doloroso 1 por ciento de la población del que nadie quiere pertenecer. Nadie quiere pertenecer al grupo de mayor indefensión (económica, sanitaria, educativa) pues las mafias se lucran de las tragedias humanas.
Para las mafias los éxodos son lucrativos: nos pueden convertir, con facilidad, en víctimas de explotación laboral, sexual, del tráfico de órganos, de drogas, de armas y de un largo etcétera del que están al tanto cada uno de los organismos internacionales.
Ahora bien, quisiera cerrar este tópico diciendo el proverbio que dice que “el problema de uno es el problema de todos”, para que el 99 por ciento de la población restante no se haga de la vista gorda y nos ayude. Los más de 5 millones de caminantes venezolanos y el resto de los desplazados del mundo lo agradeceríamos en el alma, ya que no queremos seguir siendo parte de ese doloroso 1 por ciento que execra la historia.
Francisco Aguiar