Los nacionalismos son, por su propia naturaleza, reaccionarios. Representan la tendencia contraria a la creación de los grandes Estados, al desarrollo en gran escala de los medios de producción y comunicación. Anteponen sus mezquinas aspiraciones nacionales, en palabras de Engels, a la revolución. Y esto es así desde el primer momento. Cada vez que se presenta una gran ocasión histórica, una gran revolución, ellos toman el bando de la contrarrevolución.
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