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lunes, 7 de diciembre de 2020

Deportaciones

La deportación es usada por los Estados cuando el extranjero viola una o varias de sus leyes migratorias, entre ellas: permanecer más tiempo que el estipulado por las autoridades, haber ingresado de manera irregular, atentar contra el orden público, tener una condena judicial. En fin, las deportaciones o expulsiones son un tema harto escabroso que siempre aguijonea al migrante venezolano. 

Quien eche una ojeada en la web podrá percatarse que en cada uno de los países que son nuestra referencia obligada nos han deportado, obviando que requerimos protección internacional por razones humanitarias. Estas deportaciones muchas veces toman la arista de un show mediático o se circunscriben en la clandestinidad. Lo cierto es que el tema tiene mucha tela que cortar. 

Si se pregunta cuántos venezolanos han sido deportados, en el último lustro, de Estados Unidos, Panamá, Brasil, México, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Trinidad y Tobago – sólo por mencionar países del continente americano – creo que nadie dará con la respuesta. Lo cierto es que el número es alto, doloroso, preocupante… como preocupante fue la deportación de 29 de mis coterráneos, entre ellos 16 niños, de la isla de Trinidad y Tobago el 22 de noviembre de 2020. 

Imaginarlos, cual balseros, expuestos al frío y a los miles de peligros que suscita el hecho de estar en mar abierto por un tiempo prolongado me oprime el pecho. ¿Para qué sirve el Principio de No Devolución? ¿Para que existen los exhortos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y de la Organización de las Naciones Unidas si ocurren actos deleznables como este? 

Estoy de acuerdo que se expulse a los que atenten contra la tranquilidad de la nación que les dio acogida (como el caso de los 59 paisanos que fueron expulsados de Colombia por participar en actos vandálicos en Bogotá, cuando se realizaban las marchas del paro nacional del 2019). Pero no puedo estarlo cuando se expulsa a personas cuyo único delito consiste en huir del hambre. 

Sé que somos la piedra en el zapato de muchos mandatarios del mundo y a esos mandatarios quiero pedirles que apelen a la memoria (Venezuela albergó europeos, latinoamericanos, árabes, asiáticos) para que, de una vez por todas, nos extiendan sus brazos. 





Francisco Aguiar 

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